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El boletín mensual del Laboratorio Europeo de Anticipación Política (LEAP) - 15 Jun 2017
El extracto publico

A nuestros fieles lectores no les habrá sorprendido el resultado de las elecciones anticipadas de Theresa May. No solamente anticipamos el fracaso de Theresa May a pesar de su éxito en los sondeos, sino que además no hemos dejado de repetir que, al igual que en el caso de Grecia, no se producirá ninguna salida de la UE, sino solo una redefinición… para mejor o para peor.

Si la crisis griega manifestó la necesidad de un cambio en Europa, el brexit ha abierto la puerta a esta posibilidad. Dicho esto, llevamos un año sin saber a qué atenernos. ¿Saldrán ganando los británicos (lo que significaría una nueva alianza de las naciones) o los continentales (lo que supondría conservar los principios unionistas, pero recuperando el control de las instituciones de un modo u otro)?

El punto de inflexión no surge de la celebración de las segundas elecciones en el Reino Unido, sino que, como vimos el mes pasado, surge del triple proceso electoral en Austria, los Países Bajos y Francia, prueba de la lealtad de los continentales a los principios de destino común… es cierto que los continentales, contrariamente a los insulares, saben que, históricamente, las guerras europeas siempre han tenido lugar “en su casa”.

Pero esta expresión democrática continental marca el fracaso de los británicos y deja al Reino Unido en la cuneta, mirando cómo pasa el tren.  Y de repente, la nueva prioridad del Reino Unido es encontrar la manera de reanudar las relaciones con un continente que no les ha seguido… sin perder la dignidad… y preservando su propia unión.

Las elecciones anticipadas de Theresa May se han celebrado en pos de estos objetivos, más adelante veremos cómo (aunque el Reino Unido debe ahora enfrentarse a las ambiciones de la esfera financiera en particular, que sueña con un “brexit duro” gracias al cual se recupere el máximo de la actividad europea de la City[1]).

Pero si todos juegan sus cartas inteligentemente, esta nueva prioridad puede llevar al continente a una etapa positiva de reinvención:

. A nivel superior, permitiendo la integración de Islandia, Noruega y Liechtenstein en un marco comunitario renovado.

. A nivel inferior, esperemos, siguiendo orientaciones democráticas aprobadas por los ciudadanos europeos.

Unas elecciones anticipadas en forma de 2º referéndum sobre Europa

El pasado 8 de junio, los británicos eligieron a un nuevo Parlamento, en su mayoría, de oposición a la primera ministra Theresa May y a su partido Conservador. Para formar un Gobierno con mayoría absoluta, May necesitaría 10 escaños más, que podría lograr mediante una arriesgada coalición con el partido unionista de Irlanda del Norte (DUP). Arriesgada, porque el programa del DUP está lejos de obtener la unanimidad en el seno del partido Tory. Ultraconservador, antiaborto, homófobo, en contra del referéndum irlandés… defensor de una línea ultraliberal, opuesta al establecimiento de controles aduaneros entre las dos Irlandas, lo que es incompatible con un brexit duro como el que defendía Theresa May, el cual, por el contrario, implicaría esta medida[2]. Arriesgada también porque, en la nueva configuración del Parlamento británico, los Conservadores son los únicos defensores de la idea de un brexit duro. El resto de partidos, confundidos, son partidarios de un brexit “blando”.

No podemos más que constatar que estos resultados ponen en cuestión el proceso mismo del brexit, si no el brexit mismo. Simplemente porque la razón principal de la caída de Theresa May en los sondeos durante la breve campaña electoral no son los supuestos “errores” cometidos por la primera ministra, sino el hecho de que el pueblo británico haya aceptado estas elecciones como un segundo referéndum.

¿Pero cómo ha llegado a eso Theresa May? El pasado abril, persuadida por los muy favorables sondeos de opinión, Theresa May se lanzó a la reconquista de Westminster[3] para dirigir el conjunto de fuerzas políticas del país, en el marco de las negociaciones sobre el brexit. Un planteamiento consolidado poco tiempo después, desde principios de mayo, por las elecciones locales, que coronaron al partido Conservador, excluyendo principalmente al UKIP y desbaratando a priori las pretensiones del partido Laborista, bajo el liderazgo izquierdista de Jeremy Corbyn[4]. Una apuesta que los organismos británicos de sondeo daban por ganadora, concediéndole entre el 48 y el 50% de las intenciones de voto[5].

La de Theresa May era una estrategia múltiple:

Reforzar su mayoría parlamentaria para avanzar en una línea de brexit fuerte que ella consideraba ya en curso, con la opinión británica expresada en el referéndum del pasado junio y con el efecto dominó esperado sobre el continente. Una línea bastante difícil de emprender contra un Parlamento británico mayoritariamente en contra. Llegado este punto, ha instado a los electores a asociarse a ella para reforzar su voz en las negociaciones con Bruselas sobre un proyecto que no controla en absoluto. Pero esto no basta para garantizar una victoria.

Asegurarse de que durante el periodo de negociaciones, que finaliza en mayo de 2019, nada pone en cuestión su liderazgo, bloqueando la creciente presión ejercida por los Laboristas y, más concretamente, por Jeremy Corbyn. Los Laboristas no se han visto beneficiados por las elecciones locales, con solo el 30% de participación, y ciertamente han pagado el pato de los dos atentados perpetrados justo antes de las elecciones, pero Theresa May ha olvidado que no solo es la ministra del brexit, sino también la dirigente de un país en el que la austeridad pesa sobre los ciudadanos.

Refrenar las veleidades centrífugas de regiones como Escocia o Irlanda del Norte. Aunque las fuerzas centrífugas en cuestión no surgieron a raíz del referéndum de junio de 2016, se han visto sin embargo, muy reforzadas por el brexit. En efecto, Escocia rechazó tajantemente el brexit y pretendía recurrir a una nueva consulta referendaria para su independencia. Además, en enero de 2017, cuando el Tribunal Supremo británico obligó al Gobierno a consultar al Parlamento antes de invocar el artículo 50, en el mismo dictamen negó a las asambleas regionales todo “poder de veto sobre la decisión del Reino Unido de abandonar la UE” (fallo del 24/01/2017)[6], fomentando así las veleidades secesionistas.

Un alto a las fuerzas centrífugas en la unión del Reino

Con respecto al último punto, resulta interesante destacar que el resultado de las elecciones valida, pese a todo, esta estrategia, refrenando las veleidades independentistas en Gran Bretaña. En efecto, se han acallado las pretensiones escocesas.

Al menos desde este punto de vista, los resultados son claros:

Un duro golpe para el partido independentista escocés, el gran perdedor de esta consulta electoral. ¡Ha perdido 19 escaños[7]! Alex Salmon, el defensor de la independencia escocesa, no ha sido reelegido y Nicola Sturgeon se encuentra en una posición delicada con respecto al liderazgo del partido[8]. En vista de los resultados, ahora mismo resulta inconcebible avanzar en un nuevo proyecto de referéndum escocés.

La situación en Irlanda del Norte es similar. El partido independentista ha perdido todos sus escaños en beneficio del Sinn Féin, siendo el partido unionista DUP el más votado y el que tendría que aliarse con los Tories para formar el próximo Gobierno con el partido Conservador de Theresa May[9].

En cuanto a Gales, el partido Laborista ha logrado una amplia victoria[10], lo que aleja toda posibilidad de secesionismo.

En un número anterior, hablamos de la necesaria reinvención de los principios de cooperación en el seno de la unión británica, con el objetivo de fortalecerla, en un paralelismo con este mismo imperativo en el seno de la UE. Pues bien, ahora parece que nos encontramos justo en medio de tal prioridad. Tras las elecciones del 8 de junio, nos preguntamos si finalmente las regiones británicas, Escocia, Irlanda del Norte y Gales, tienen la voluntad – y el interés – de defender las pretensiones independentistas, en la reconfiguración de las fuerzas parlamentarias y nacionales que han surgido de tales pretensiones. En lugar de eso, ¿no deberían estar interesados en jugar la carta de la comunidad de intereses entre ellas y con el poder central, en vez de oponerse a este último, cuyos representantes son los únicos que pueden sentarse a la mesa de las negociaciones? Así, se sumarán al proceso, una política de cabildeo que va a salir muy cara a los británicos, para asegurarse de que la vía así abierta conduce a un brexit sostenible.

Tanto más cuando la otra consecuencia de las elecciones es el cuestionamiento de la línea de negociaciones por un brexit duro, como el que defendía Theresa May.

Un alto a las pretensiones de los defensores del brexit duro[11]

Otro resultado finalmente positivo para Theresa May es que estas elecciones le han permitido justificar un cambio de línea de negociación, pasando de un proyecto de brexit duro a uno de brexit blando, ahora adaptado al objetivo crucial para el Reino Unido de evitar la marginalización por parte de un continente que no ha seguido sus pasos.

El gran defensor del brexit, el UKIP, ha quedado completamente al margen, no habiendo obtenido ni un escaño con el 1,8% de los votos. Este sorprendente resultado, tan solo un año después de su rotunda victoria referendaria, subraya el papel nocivo que ha jugado este partido, por lo que nos preguntamos si solo una parte de los Tories, entre los que no se incluyen Theresa May[12], que no se ha atrevido, ha hecho campaña a favor del brexit. Una vez obtenido el brexit, este fastidioso “aliado” se ha visto simple y puramente absorbido por el ala de extrema derecha de los Tories más desvergonzados – un giro hacia la extrema derecha, que ha hecho perder votos a su ala izquierda, en beneficio de los partidos más pequeños, como el DUP en Irlanda del Norte.

Como hemos visto, el conjunto de las facciones políticas representadas en el seno del Parlamento británico defiende una línea de brexit blando: partido Laborista (262 escaños), SNP (35), LibDem (12), Sinn Féin (7 escaños que no ocupará en señal de protesta), Verdes (1), el partido izquierdista de Gales (4 escaños)[13] e incluso, en cierta medida, el DUP, que aunque antieuropeo (10), se inscribe en una línea que no asumirá las consecuencias de un brexit duro en relación a la libre circulación entre las dos Irlandas.

En el propio seno del partido conservador, las líneas de negociación están divididas. Si bien el partido ha formado un frente, bajo el liderazgo de Theresa May, en defensa de una línea dura, toda una facción de centro-derecha del partido, que hizo campaña a favor del remain, entre ellos, George Osborne (Theresa May es una “muerta viviente”)[14] o su director de gabinete, Gavin Barwell (“preocupación entre los defensores del remain sobre el planteamiento de los tories de dejar la UE”)[15], reclaman ahora el replanteamiento de un brexit blando[16] e incluso la dimisión de Theresa May.

En la oposición, Nicola Sturgeon, líder del SNP, insta a los partidos de la oposición a formar un frente común para exigir la suspensión de las negociaciones del brexit[17] y los Liberal-Demócratas están incluso dispuestos a organizar un segundo referéndum (era una de las promesas de su campaña)[18]. Las negociaciones por un brexit blando ya han comenzado entre el partido Laborista y el Gobierno británico.[19]

Aumenta el riesgo de “no acuerdo”

El inicio de las negociaciones se espera para el 19 de junio. Hasta entonces, Theresa May está en la obligación de formar Gobierno. Pero las negociaciones con el DUP parecen complicadas, motivo por el que podría aplazarse esta fecha[20]. Por otra parte, no podemos asegurar que el Parlamento vaya a apoyar el Gobierno de Theresa May.

Ya se perfilan soluciones intermedias. Ganar tiempo dejando a Theresa May formar un primer Gobierno para así iniciar las negociaciones y después exigir su dimisión.[21] Qué legitimidad le queda, ahora que el pueblo británico parece haberse posicionado en contra de la política de austeridad que conlleva un brexit duro.

Por otro lado, no interesa tener un Gobierno débil a la hora de negociar[22]. Aunque la mayoría de políticos europeos hayan expresado su voluntad de no retrasar el inicio de las negociaciones[23]. Pero todos coinciden en el hecho de que las negociaciones serán menos duras que las que habría impuesto una primera ministra respaldada por una mayoría absoluta en el seno de su Parlamento[24].

Dicho esto, nos preguntamos si nos estamos encaminando hacia un bloqueo puro y duro del brexit, seguido por un segundo referéndum que avale simbólicamente el sentimiento europeo de los británicos, especialmente frente a una Europa regenerada por el alejamiento temporal de un Reino Unido cuyo papel siempre ha sido nefasto. Nuestro equipo considera que este escenario es posible pero poco probable. Después de todo, el requisito de “no perder la dignidad” no se cumple.

De la Unión al Espacio: ¿del brexit al crisexit?

Gráfico 1: Representación mediante el diagrama de Euler de las relaciones entre diversos acuerdos y organizaciones multinacionales europeas. Fuente: Wikipedia.

Como ya hemos subrayado, para no perder la dignidad, no debe parecer que las elecciones ponen en cuestión la decisión del brexit, sino su proceso, las formas y el “tono”. El brexit debe mantenerse porque crea las condiciones perfectas, a ambos lados del canal de la Mancha, para que se produzca el cambio que los últimos diez años de crisis han revelado indispensable. No obstante, debe permitir:

– La reforma del Reino Unido.

– La reforma del continente.

– La reforma de la relación del Reino Unido con el continente.

Se están recreando una serie de escenarios diferentes[25] en congruencia con los resultados electorales de los partidarios del brexit suave:

Una salida del mercado único de la UE, pero no de la Unión Aduanera Europea (en la que se encuentran Turquía, Mónaco, Andorra y San Marino[26]), de acuerdo con Günther Oettinger, comisario europeo, que ve en la Unión Aduanera la ventaja de no tener la obligación de renegociar todos los acuerdos comerciales[27]. Las negociaciones actuales del Gobierno de Theresa May y la oposición están precisamente tratando este asunto.[28] Esta solución, como ya hemos visto, convendría asimismo al DUP pero, por el contrario, en ausencia de negociaciones sobre temas como la inmigración, sería rechazada por los partidos de la izquierda. Por otra parte, el ala “dura” recuperada del UKIP amenaza con oponerse…

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