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Zone euro : ¿Es la unión bancaria la salida?

En cuanto al plan presupuestario, este compromiso solo podría abocar a una especie de statu quo. La arquitectura institucional será similar a la definida por las reformas de 2011-2013 basadas en recuperaciones unilaterales de competitividad. Las transferencias entre Estados estarán condicionadas, por lo que no podrán ayudar a reequilibrar la zona euro, sino que serán las recompensas de un esfuerzo unilateral de reequilibrio. Esta es la lógica que ha regido la gestión de la crisis de la deuda y también la que ha permitido instaurar el MEDE tras el pacto presupuestario. Estos tratados eran las dos caras de la misma moneda: un apoyo en caso de emergencia frente a un esfuerzo estructural para reducir la deuda y, por ende, también la necesidad de solidaridad.

Sin embargo, hay un elemento que puede ser decisivo: la unión bancaria. Francia insiste mucho en lograr un progreso en junio[14] hacia el cierre de la unión bancaria, es decir, hacia la constitución de su “tercer pilar”, la garantía paneuropea de los depósitos. Hoy en día, el sistema de reflotamiento interno (el rescate) establecido por el proceso de resolución de las crisis bancarias se está topando con la incapacidad de ciertos países para asegurar esta garantía de los depósitos de menos de 100.000 euros. Es por ello que la Comisión se vio obligada a aceptar ayuda pública para el reflotamiento del banco toscano Monte Paschi di Siena en 2016 por parte de Italia. Alemania se niega a construir este tercer pilar, estimando que el riesgo de quiebra de los bancos del Sur de la unión bancaria es demasiado elevado y que una garantía paneuropea conduciría a transferencias sistemáticas.

Desde hace varios meses, el BCE y la Comisión Europea trabajan para reducir los préstamos dudosos en los balances de los bancos europeos, con el fin de tranquilizar a los Estados del Norte y avanzar hacia el tercer pilar. En noviembre, Mario Draghi, el presidente del BCE, apoyó la idea alemana de la necesidad de sanear los balances antes de avanzar hacia la conclusión de la unión bancaria[15].

Gráfico – Contribución de los países al Mecanismo Europeo de Solidaridad, 2018. Fuente: Statista

A principios de marzo, la Comisión y el BCE publicaron sus recomendaciones para reducir los préstamos dudosos en el balance de los bancos. Las entidades financieras dispondrán de ocho años para reunir el capital necesario para la cobertura de todos estos préstamos[16]. Es un mensaje para los países del Norte: para 2026 los balances bancarios estarán saneados y el tercer pilar de la unión bancaria puede instaurarse progresivamente.

Hay mucho en juego. Ciertos observadores, como Martin Sandbu, cronista en el Financial Times[17] y Barry Eichengreen, profesor en la Universidad de Berkeley[18], defienden la idea de que la unión presupuestaria o política es imposible y perjudicial para el proyecto europeo y que la estabilidad de la zona euro puede lograrse mediante una simple unión bancaria. “Con una unión bancaria, no se necesitaría una unión presupuestaria”, escribe Martin Sandbu. La idea es separar por completo el riesgo privado del público. Si los bancos pudieran resolver sus crisis de manera efectiva por el mecanismo común, con una garantía paneuropea que limitase el impacto sobre los hogares, las crisis privadas ya no se transmitirían a la deuda pública y las crisis financieras no debilitarían al euro. Esta visión, por otra parte, es interesante porque mantiene la competencia nacional de las políticas económicas en el marco actual. Dado que los mecanismos de resolución de la unión bancaria limitan la distribución del riesgo y se inscriben en un sistema de toma de decisiones intergubernamental, los Estados del Norte podrían preferir esta vía para definir el futuro de la unión monetaria. El lento proceso de saneamiento de los balances bancarios permite igualmente un progreso muy paulatino.

El avance sobre la unión bancaria podría así servir de compensación, principalmente para Francia, por un compromiso mínimo con la unión presupuestaria. Parece que la federalización por instituciones nuevas o por el recurso a instituciones ad hoc ya no está a la orden del día, al menos no como algo más que simbólico.

Falta por saber si un compromiso así sería sostenible. Dani Rodrik, economista en Harvard, ha insistido en el riesgo de contentarse con una unión bancaria[19]. De acuerdo con él, “es un error pensar que una crisis de la deuda privada no se transmitiría a la deuda pública”. De hecho, el mecanismo de resolución de la unión bancaria y, anteriormente, el proceso de cobertura de los préstamos dudosos podrían debilitar fuertemente la distribución de crédito. En época de crisis, los Estados no podrían quedarse de brazos cruzados. Tendrían que poner en marcha los mecanismos de estabilización automáticos y los miembros de la zona euro más frágiles tendrían que hacer frente de nuevo a los mercados. El peligro es tanto más evidente cuando el proceso de regulación macroprudencial bancario parece estar desacelerándose, si no deteniéndose, como mostró el compromiso sobre la normativa del Comité de Basilea en diciembre[20]. Y la liberalización en EE. UU. debería acelerar el proceso en Europa. En caso de nueva crisis, el euro necesitará nuevas solidaridades para sobrevivir e inevitablemente, una mayor integración presupuestaria.

En definitiva, el riesgo que corre el euro no puede gestionarse únicamente con la unión bancaria, cuando las disparidades regionales van a seguir siendo elevadas[21] y el proceso de ajustes unilaterales apenas da fruto en ciertos países como Grecia o Italia. El compromiso sobre la reforma de la unión monetaria será bastante pobre, lo que reflejará el estado político de la zona euro. Pero es un compromiso temporal incapaz de sostener al euro de manera duradera.

Leer el GEAB 124

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[13] Fuente: Le Monde, 15/02/2018

[14] Fuente: Reuters, 21/03/2018

[15] Fuente: Reuters, 20/11/2017

[16] Fuente: Wall Street Journal, 14/03/2018

[17]  Fuente: Financial Times, 25/07/2017

[18] Fuente: Project Syndicate, 11/09/2017

[19] Fuente: Project Syndicate, 11/12/2017

[20] Fuente: The Economist, 07/12/2017

[21] Fuente: Le Monde, 25/03/2018

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