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El boletín mensual del Laboratorio Europeo de Anticipación Política (LEAP) - 15 Nov 2018

Geopolítica de las religiones: 2020, el choque de los monstruos de Frankenstein

Los millones de dólares que la Iglesia evangelista ha vertido en América del Sur acaban de comprar la octava potencia económica mundial (Brasil), teniendo en cuenta que la primera (EE. UU.) ya es suya. En África, son los pentecostalistas quienes promulgan su odio hacia los demás y tratan de colocar a sus adeptos en los Gobiernos. La sexta potencia mundial (India) y su inmensa diáspora rezuman por su parte un radicalismo hindú en nombre del cual se inmolan cristianos y musulmanes a diario. En la ASEAN, los budistas llamados «safran» cometen atrocidades contra los rohinyás del este del país, pero estos causan estragos igualmente en Tailandia y Sri Lanka. En cuanto a la decimosegunda potencia (Rusia), su «patriarcado de Moscú y de toda Rusia» ha extendido por toda su antigua zona de influencia flamantes monasterios e iglesias. Más documentados están los daños causados por los millones de petrodólares saudíes a través de Al Qaeda, Dáesh, Boko Haram, etc. o el Hezbolá vinculado a Irán. Los integristas judíos colonizan los territorios palestinos ocupados. Siempre la misma técnica y los mismos objetivos: financiar un radicalismo religioso con fines geopolíticos de expansionismo territorial. Pero estos movimientos, en parte nacidos en los servicios de inteligencia, han desarrollado una vía propia que se alimenta de las inquietudes económicas y civilizacionales de las poblaciones. Actualmente estos movimientos se asocian con los movimientos políticos llamados «nacionalistas» y se aproximan gradualmente al poder, dejando a sus creadores impotentes al control de sus criaturas. Esta combinación de fanatismo, nacionalismo, imperialismo y sueño de pureza étnica resulta sin embargo familiar… Pero el riesgo de que la humanidad se adentre en un nuevo episodio de demencia feroz organizada (guerras y/o sistemas totalitarios) nos parece suficientemente elevado como para decidirnos a lanzar una alerta.

Es cierto que las bolsas amenazan con caer de aquí a 2020, pero no será eso lo que la historia recuerde del período que se aproxima, si nuestra visión es desgraciadamente acertada…

Crisis sistémica global y Renacimiento 4.0

Como ya hemos comentado en numerosas ocasiones, el período actual de la historia de la humanidad es de la misma naturaleza (aunque mayor amplitud) que el Renacimiento. Como en el siglo XIV, las nuevas tecnologías y la apertura al mundo están provocando una profunda y drástica transformación del ser humano y las sociedades.

Con toda razón, el Renacimiento ha quedado en la historia como un período increíblemente positivo en términos artísticos, filosóficos (humanismo) y económicos (en particular gracias a la invención de las finanzas modernas). Sin embargo, el Renacimiento nació del dolor (la peste, las guerras y la servidumbre de la época medieval, las herejías religiosas y la respuesta de la Inquisición…) y generó otros sufrimientos (las guerras de religión del siglo XVI, por otra parte derivadas de las herejías y la servidumbre de la Edad Media[1]).

Esta nueva forma de Renacimiento que plantea el siglo XXI se inscribe en un período mucho más corto que el de los siglos XIV, XV y XVI. Es por ello que ya se perfilan guerras de religión en el horizonte, en el momento preciso en que (y sin duda porque) la humanidad entra en la nueva era.

Resistencia al cambio

Para aquellos que saben observar, en efecto el mundo está en transición en este momento. Pero se trata de una transición hacia lo que el mundo tiende de manera general desde hace varias décadas, si no siglos. El mundo ya está preparado para una sociedad abierta, informada y conectada (Internet), limpia (fin del petróleo, renovables), sin trabajo (automatización, informatización, IA…)[2], sin dinero (virtualización y puesta en común), sin enfermedades (mejoramiento genético), etc. Las utopías (nacidas justamente en el Renacimiento) con las que siempre ha soñado la humanidad son ahora técnicamente posibles. Se asientan los planes y las primeras piedras de las megaciudades ideales del futuro (NEOM en Oriente Próximo[3] o Amaravati en la India[4], y tantas otras[5]), así como su financiación. Se establecen las bases de un mundo mejor (si bien nuevo) como consecuencia lógica de las invenciones del hombre en esta dirección y de la revolución de Internet, porque es Internet lo que ha cambiado todo. Pero ya desde hace 13 años, aunque también ha revelado las fuerzas incontenibles de transformación, el GEAB no ha dejado de observar, describir y anticipar los mecanismos de resistencia al cambio. Y no es casualidad que el punto de inflexión hacia el mundo del mañana en el que estamos entrando actualmente[6] se corresponda exactamente con un punto de inflexión de las fuerzas de resistencia al cambio, una combinación que probablemente resulte en un choque de civilizaciones a corto plazo (2020): nacionalismo, finanzas y religiones.

Brasil acaba de mostrarnos cómo estos 3 componentes se alían en agentes de bloqueo (temporal) de la transición, destruyendo todos los objetivos modernos de protección del Amazonas y las minorías, de colaboración multilateral (BRICS) y de distribución de la riqueza. Pero Brasil no es un caso aislado. El temor al mañana se palpa en el ambiente[7]. En la prensa financiera, lo que se teme es el fin, ahora en curso, de la era del petrodólar[8]. Es por ello que, por una parte, ahora somos más conscientes de que la supervivencia de la humanidad exige una transición económico-energética y, por otra parte, tenemos un remanente de sistema mediático-financiero aterrado, que está generando el pánico en todo el mundo a la vista de las repercusiones que va a tener esta transición sobre el mismo. El miedo es mal consejero…

Cuando las religiones se meten en política

Aviso: De ninguna manera pretendemos estigmatizar el fenómeno religioso en su conjunto. Las religiones son, sin duda, transmisores de humanidad, de paz y de civilización… Las formas que nos interesan en este artículo pertenecen a la rama política o incluso geopolítica de las religiones, ramas en las que las nociones de bien y divinidad quedan lejos de ser centrales.

Gráfico 1 Las 10 diásporas evangelistas más importantes del mundo. Fuente: CartoMission, 2016

 

Estados Unidos y el evangelismo: las iglesias evangelistas estadounidenses, nacidas espontáneamente de una sociedad caracterizada por la ausencia de hitos históricos y culturales, han sido rápidamente identificadas por el Gobierno estadounidense como posibles «ejércitos de las sombras» que permiten «colonizar» culturalmente el resto del mundo y extender su Lebensraum[9], al margen de los radares del sistema de control internacional (la ONU y compañía), mediante el despliegue de redes (o «diásporas») religiosas.

Actualmente, África y América del Sur se encuentran invadidas por estos movimientos y sus ideas. Naturalmente, están manos a la obra con la elección de Bolsonaro, cuyos discursos racistas, sexistas y homófobos que ellos mismos le han soplado aplauden[10].

Pero también han aparecido en Costa Rica, donde actualmente representan un pequeño 20 % de la población. Y en el milagro social, ecológico y económico que es Costa Rica[11], un evangelista cristiano de 44 años, Fabricio Alvarado, logró ganar la primera vuelta de las elecciones presidenciales (más del 24 %) del pasado febrero con un programa de conservadurismo familiar, soberanía nacional, cristianismo social y liberalismo económico. Es cierto que sufrió una amplia derrota en la segunda vuelta, pero desde entonces su partido influye en la agenda política nacional y divide considerablemente a una nación costarriqueña, conocida hasta hace poco por su grandísima cohesión, por ejemplo, en torno a la cuestión del déficit presupuestario del país[12].

Esta cifra del 20 % de costarriqueños evangelistas es representativa del conjunto del subcontinente, que tenía solo un 3 % hace 30 años.  Y en todas partes se alían con las fuerzas políticas conservadoras, entre cuyo sinfín de representantes se encuentra Fabricio Alvarado[13].

Un proceso bastante similar está teniendo lugar en África, donde se ha consolidado el pentecostalismo, multiplicando las iglesias, promulgando una lectura fundamentalista (principalmente homófoba) de los textos e interviniendo en la vida política nacional. Ghana, Uganda, Tanzania, Nigeria, Zambia y Zimbabue se han visto particularmente afectadas[14].

Tras la caída del Telón de Acero, los evangelistas estadounidenses desembarcaron en toda Rusia y Europa del Este con grandes sumas de dinero destinado a comprar almas a golpe de ayudas sociales. El contexto era ideal: población en pérdida de referencias religiosas tras 70 años de ateísmo obligado y ausencia temporal de Estado por la caída del sistema soviético.

Evangelistas, Open Society[15]… Estados Unidos se ha volcado en estos países debilitados, pretendiendo implantar una sociedad civil y religiosa a su imagen y semejanza (y a su servicio). Y Europa lo ha permitido. Rusia menos. Es a esta sociedad civil a lo que hace frente Putin desde hace varios años, prohibiendo que las ONG reciban fondos extranjeros[16], una medida por otra parte bastante extendida por el mundo[17].

Rusia y la ortodoxia: ¡acción-reacción! Frente a esta invasión, la Rusia de Putin, aunque inicialmente anclada en un principio de ateísmo, no ha tardado en acercarse al patriarcado de Moscú para contraatacar en su antigua zona de influencia soviética. En junio de 2016, hablamos de esta guerra de conquista silenciosa que están librando los evangelistas estadounidenses y los ortodoxos rusos en Europa del Este[18].

Gráfico 2 La reconexión con los patriarcados de Moscú y de Constantinopla (reproducción parcial). Fuente: Pewforum.org, 2017

 

Pero recientemente en Ucrania, el patriarcado moscovita acaba de sufrir una visible derrota en el contexto del acto de independencia de la Iglesia ucraniana, tras trescientos años de unidad religiosa entre Ucrania y Rusia bajo la tutela de la Iglesia ortodoxa rusa. «Una victoria del bien sobre el mal, de la luz sobre la oscuridad», según Poroshenko…[19]

Pero la historia no acaba ahí, el patriarcado de Moscú toma este asunto como una buena ocasión para hacerse escuchar, reforzar su alianza política con Putin[20] e inaugurar un proceso cismático en el seno de la Iglesia cristiana de Oriente[21]. Así pues, la Iglesia ortodoxa rusa ya ha roto sus lazos con el patriarcado de Constantinopla[22].

De hecho, es el patriarca Bartolomé, líder de la Iglesia ortodoxa de Estambul, quien ha otorgado la independencia a la Iglesia ortodoxa ucraniana[23].  ¿A qué precio va a trasladarse la casa matriz de la Iglesia de Oriente de Estambul a Moscú?

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