GEAB 196

EDITORIAL

Hace exactamente 80 años, los estadounidenses lanzaron la primera bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima, poniendo fin a la ^IIGuerra Mundial y “anexionando” Japón.

No es casualidad que, desde los confines japoneses de un imperio occidental que ha llevado al extremo todas las lógicas de poder —territorial, militar, geopolítico, tecnológico y financiero—, pueda surgir un impacto catártico de gran magnitud en el proceso de transición sistémica global que venimos observando desde hace 19 años.

Esta triste fecha del 6 de agosto de 1945, que los japoneses conmemorarán este verano, marca en efecto el nacimiento del imperio estadounidense.

Al recuperar una tecnología desarrollada por los alemanes y emplearla militarmente en Japón, Estados Unidos se erigió en imperio al instaurar una Pax Americana^[1] sustentada en su famoso”paraguas nuclear”.

Pero 80 años después, el imperio está visiblemente agotado por el coste su poder. El núcleo del sistema (Estados Unidos, Canadá, la zona euro y Japón) representa el 68% de la deuda pública mundial y el 47% del PIB mundial. El poder estadounidense se sostiene sobre una montaña de deuda que hace tambalear el conjunto del edificio desde hace unos veinte años, pese a las apariencias de consolidación^[2].

Entre la primera crisis financiera de 2008 y la actualidad, las crecientes tensiones geopolíticas han permitido que los flujos de capital sigan canalizándose hacia el corazón tecnológico de Estados Unidos, que se presenta como el último bastión seguro de un sistema financiero global que navega en un relato cuidadosamente construido de incertidumbre sistémica.

Esta situación ha permitido a Estados Unidos y a sus aliados seguir emitiendo cada vez más deuda para financiar su supremacía común, a pesar de que se ven cada vez más desafiados por las economías emergentes, en particular los BRICS, un bloque que no deja de crecer (280 millones de personas más desde la adhesión de Indonesia en enero)^[3].

En un mundo multipolar donde la soberanía se construye sobre la multiplicación de las alianzas, el campo occidental que exige exclusividad se reduce, al igual que el número de acreedores potenciales de la potencia común.

Japón es el emblema de esta situación: a la vez principal acreedor de EE.UU. (1.150 mil millones de dólares) y el país más endeudado del mundo (9.000 mil millones de dólares, es decir, un 235 % de deuda/PIB). Más del 90% de su propia deuda está en manos de actores nacionales, una situación que sólo se ha hecho soportable para la población japonesa “gracias” a la deflación estructural que el país ha experimentado durante casi 30 años. Pero la crisis Covid ha cambiado todo eso, y la inflación obliga ahora al BoJ a frenar la actividad y endurecer la política monetaria tras 8 años de tipos negativos.

Este giro histórico coincide con un cambio radical en la estrategia de poder y la política interna de EE.UU., así como —por supuesto— con la escalada en el frente euro-ruso, ese otro confín del imperio, más cercano a nosotros. De hecho, los acontecimientos en este frente están a punto de demostrar que nuestra anticipación de que se firme la paz en el primer semestre del año era errónea.

Sin embargo, la segunda parte de nuestra anticipación se ve reforzada: si la paz no se firma antes del verano, no nos enfrentaremos solo a una continuación soterrada del conflicto. Como ya demuestra el movimiento de tropas estadounidenses al norte de Europa^[4], los intereses en torno al Ártico —tema que hemos tratado extensamente en los últimos meses— están desplazándose hacia el norte de la frontera euro-rusa. Este conflicto no tardará en poner en contacto directo a Rusia y la OTAN (especialmente en la región báltica), lo que podría activar el célebre artículo 5 de defensa colectiva…

Pero, ¿podrá Occidente ganar esta última fase de la “Guerra de las Galaxias”^[5] que él mismo ha iniciado? Esperamos que no: la mera perspectiva de tal escalada bastará para encender la crisis mundial de la deuda que ha empezado a desencadenarse desde Japón, y que nos proponemos demostrar en este número.

Las cenizas de la nube atómica de Hiroshima, tras formar un paraguas protector sobre el mundo, están a punto de caer de nuevo…

Marie-Hélène Caillol, Redactor jefe
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^[1]   Pax Americana (en latín, “paz americana”, inspirada en la Pax Romana), a menudo asociada a la noción de “Larga Paz”, es un término utilizado para designar el concepto de paz relativa que prevaleció tras el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945.

^[2]   Un buen ejemplo del carácter superficial de la consolidación lo ofrece el Acuerdo de Basilea, publicado en 2010 para reforzar la solidez de los bancos tras la crisis financiera de 2008. 15 años después sigue sin aplicarse, a pesar de un último intento de ponerlo en marcha en 2025, conocido como Basilea III endgame, y probablemente nunca verá la luz. Fuentes: Brookings, 07/03/2024; Atlantic Council, 13/05/2025

^[3]   Fuente: AlJazeera, 07/01/2025

^[4]   Fuente: Harici, 27/05/2025

^[5]   La Iniciativa de Defensa Estratégica, apodada Guerra de las Galaxias por los medios de comunicación, arrastró a una Unión Soviética incruenta a una carrera armamentística y se considera que contribuyó a la caída del imperio soviético en 1991. Fuente: NBCNews, 06/06/2004