La vuelta a la realidad de nuestros sistemas, analizada y anticipada por el GEAB desde hace varios años, se prepara ahora para conquistar el sector de la innovación.
Con la inteligencia artificial ocupando las mentes de todos y dominando los medios de comunicación desde la publicación de ChatGPT por OpenAI a finales de 2022, se podría pensar que estamos ante otra era de progreso tecnológico digno de una película de ciencia ficción. Pero en realidad no ha sido más que un inciso. Sí, la IA desempeñará un papel decisivo en nuestras sociedades en el futuro, pero su progreso se ralentizará en un futuro próximo[1], y sobre todo, tendrá que convertirse en aplicaciones concretas, lo será menos espectacular que nuestra primera conversación con ChatGPT pero tendrá un impacto más significativo en nuestra vida diaria[2]. Este será un primer golpe de realidad, que tendrá un gran impacto en las empresas que se beneficiaron de la burbuja financiera, en primer lugar, Nvidia[3].
El segundo aspecto de esta vuelta a la realidad se refiere a innovaciones mucho más realistas, que permitirán avanzar en sectores industriales más “tradicionales”, con ganancias de productividad igualmente espectaculares.
La innovación al servicio de la cruda realidad
China encarna a la perfección ambos aspectos del retorno de la innovación a la realidad. Lo ha demostrado en los últimos meses al dominar un nuevo método de fabricación de acero[4]. Este método consiste en inyectar polvo de mineral de hierro finamente molido en un horno extremadamente caliente, lo que desencadena una “reacción química explosiva”, según los ingenieros que participan en el proyecto[5].
El carácter revolucionario de esta innovación radica en el ahorro de tiempo y material. De hecho, se dice que esta tecnología es capaz de llevar a cabo el proceso de fabricación del acero en 3 ó 6 segundos, frente a las 5 ó 6 horas del método convencional, lo que supone 3.600 veces más productividad[6]. Además, funciona excepcionalmente bien con minerales de rendimiento bajo y medio, que abundan en China, mientras que los métodos actuales de producción de hierro dependen en gran medida de minerales de alto rendimiento, que China importa en masa de Australia, Brasil y África. Por último, eliminaría por completo el uso de carbón en la producción de acero, reduciendo el impacto ambiental y la huella de carbono de la industria.
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