La transformación del panorama mundial ya no es simplemente una cuestión de dominio tecnológico o económico chino. Estamos asistiendo a la aparición de un nuevo orden mundial estructurado por China, en el que la tecnología es sólo uno de los muchos hilos de una compleja red tejida con notable precisión estratégica. Esta revolución silenciosa no sólo está redefiniendo el equilibrio del poder económico, sino que también está reestructurando fundamentalmente el orden mundial[1].
La metamorfosis de la imagen nacional de China es el primer acto de esta transformación[2]. El país ya no se posiciona como la fábrica del mundo, sino como el arquitecto de un nuevo orden económico mundial. La apertura de sus avances en IA, ilustrada por proyectos como DeepSeek, y la puesta en común de sus innovaciones tecnológicas demuestran un nuevo enfoque diplomático basado en la colaboración más que en la confrontación. Esta estrategia de apertura oculta una realidad más compleja: la creación de un ecosistema en el que cada innovación refuerza el sistema en su conjunto.
Necesidad de ampliación
WeChat es un ejemplo perfecto de esta estrategia de ecosistema. Esta superaplicación permite a cualquier persona gestionar toda su vida online a través de una única interfaz: identidad digital, pagos, banca, transporte y acceso a innumerables servicios a través de miniprogramas integrados. La integración se extiende a los coches eléctricos Nio y BYD, que están conectados a DouYin (TikTok chino[3]), lo que permite compartir contenidos directamente desde el salpicadero. Cada innovación refuerza a los socios de la nebulosa.
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