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Acuerdos comerciales: Polarización de los modelos de relaciones comerciales en el seno del eje transatlántico

Como hemos podido constatar con el Foro de Davos y, de manera más general, con los últimos acontecimientos en materia de relaciones internacionales, asistiremos a un enfrentamiento entre dos modelos diferentes en la escena transatlántica y, más concretamente, en el ámbito comercial. A un lado, una vuelta unilateral a cierta forma de proteccionismo nacional y, al otro, una expansión liberal multilateral. La primera se corresponde con la actitud de la Administración de Trump y, en cierta medida, con las ambiciones británicas en el marco del brexit. La segunda se corresponde con las ambiciones de las instituciones europeas y, en particular, de la Comisión de la UE, que se autoproclama último bastión de la resistencia librecambista.

Estas dos ambiciones, que parecen no adaptarse a las realidades del siglo XXI, se inscribirán en la crisis sistémica ya teorizada desde hace mucho tiempo por los equipos del GEAB y del LEAP. Es muy probable que la vuelta al proteccionismo liderada por D. Trump y, de manera más general, por las muy poco prudentes fuerzas políticas, acabe alimentando graves tensiones internacionales, pues según parece, no se está gestionando de manera inteligente. No obstante, a nivel europeo, la reactivación de un proceso de liberalización comercial que la población rechaza pone fin a las pretensiones europeas en materia de valores democráticos, traduciéndose en un ascenso de los partidos llamados “populistas” tanto de derecha como de izquierda. Anticipamos un impacto frontal entre Estrasburgo y Bruselas tras las elecciones del Parlamento Europeo en 2019.

Cuestionamiento y abandono del marco comercial internacional por una parte…

Gráfico 1: Medidas proteccionistas adoptadas por EE. UU., 2014-2017. Fuente: Euler-Hermes.

 

La política de la Administración de Trump parece iniciar un nuevo capítulo de la historia comercial internacional. Con un presidente a la altura del candidato, el multilateralismo propugnado por sus predecesores está hoy muy cuestionado. No es que el proteccionismo estadounidense haya nacido con Trump, pero con él, ha llegado a su clímax. La Administración de Bush, ya en su momento, fue condenada por la OMC por aplicar impuestos al acero, una práctica contraria a la normativa de la Organización[1]. Mucho antes, la Buy American Act, que entró en vigor en 1933, impuso la compra de bienes estadounidenses para las adquisiciones directas efectuadas por el Gobierno. Ciertas excepciones han extendido incluso esta ley a la compra de terceros para la realización de un proyecto financiado por fondos federales. Una forma de patriotismo económico respaldada por la ley y reforzada por Trump mediante la orden ejecutiva del 18 de abril de 2017[2].

Gráfico 2 – Miembros del nuevo TPP. Fuente: Sunday Times

 

Una de las primeras medidas de Donald Trump, una vez instalado en la Casa Blanca, fue retirar a EE. UU. del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TTP, por su nombre en inglés), tan negociado por Barack Obama a lo largo de sus dos legislaturas como presidente. Más recientemente, el jefe de Estado estadounidense ha decretado la instauración de nuevos impuestos sobre las lavadoras y los paneles solares[3], una medida que muy probablemente se presente contraria a las leyes de la OMC. En caso de condena, habrá que seguir de cerca la reacción del candidato republicano (que ya se muestra bastante hostil frente a la organización), especialmente después de la última cumbre en la que amenazó con abandonar la organización, acusándola de “maltratar” a EE. UU.[4]

… Y reactivación de la dinámica comercial por otra parte

La exacerbación de las pretensiones proteccionistas estadounidenses está dejando huecos libres en el paisaje comercial internacional. Huecos inmediatamente aprovechados por los miembros del TPP (Australia, Brunéi, Canadá, Chile, Japón, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Vietnam, Méjico, Malasia), que rápidamente han reactivado las negociaciones tras la partida de EE. UU. Estas negociaciones parecen estar a punto de concluir, conformando un nuevo bloque que tendrá un peso nada desdeñable en la balanza comercial internacional: 13,5 billones de dólares de PIB en conjunto, lo que constituye el 13,4 % del PIB mundial, frente a 20 billones de dólares para el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y 19 billones de dólares para la UE[5].

La Unión Europea tampoco ha ocultado sus intenciones de aprovechar esta nueva repartición de las cartas, en un primer momento, a través de varias declaraciones. Empezando por el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en su discurso sobre el Estado de la Unión en septiembre de 2017, en el que aludió a los “socios del mundo entero [que] comienzan a acudir en masa a nuestra puerta para llegar a acuerdos comerciales con nosotros”[6]. Y, más recientemente, con Werner Hoyer, presidente del Banco Europeo de Inversiones: “Si EE. UU. se retira, quedará un vacío, lo que en realidad constituye una oportunidad para Europa”[7]. Con ocasión del Foro Económico de Davos, el presidente del Gobierno francés, Emmanuel Macron, se presentó como promotor del multilateralismo “por un nuevo pacto mundial”, una oposición marcada y remarcada frente a su homólogo estadounidense que, sobre el mismo asunto, ha venido a alabar los méritos de su política America First[8].

El precio de gobernar sin legitimidad…

En este nuevo capítulo de la historia comercial internacional, aparecen dos modelos principales y ninguno de ellos se adapta a las realidades del momento. Por una parte (EE. UU., Reino Unido, Europa del Este…), se observa una aspiración a recuperar la soberanía nacional y una cierta forma de proteccionismo, si no aislamiento, irrealista en el estado actual de la densidad de interconexiones a nivel mundial. La respuesta de Bruselas a esta tendencia es irracional: continuar, si no intensificar, la expansión liberal que constituyó el pilar principal de la construcción europea hace ya 30 años y que ha acabado causando el descarrilamiento de todo el proyecto de integración continental. Es precisamente esta expansión liberal lo que incita las reacciones proteccionistas y unilateralistas de ciertos Estados de la Unión y del eje transatlántico.

En estas condiciones, nuestro equipo anticipa que los partidos “populistas” continuarán avanzando, especialmente en las próximas elecciones del Parlamento Europeo en junio de 2019, que amenazan con ocasionar un impacto frontal entre el Parlamento y la Comisión que, de hecho, puede desembocar en un bloqueo. Es posible que la Comisión Europea prevea que el Parlamento Europeo de 2019 puede poner freno a su agenda librecambista. Es posible que sea esta la razón por la cual está avanzando a marcha forzada sobre toda esta nueva serie de acuerdos comerciales y sobre el plan de ampliación, para poner por delante a la próxima legislatura hechos ya consumados. Pero este trabajo, acometido en total opacidad y al margen de todo debate democrático, aleja a la Comisión definitivamente de su misión al servicio del pueblo europeo.

Habíamos anticipado que la Comisión no se recuperaría de la caída del eje transatlántico, para el cual era un simple producto. En el intento frenético por reanudar, tal cual es y por cuenta propia, la agenda globalizadora que ha definido este eje desde la caída del Muro, la Comisión europea se está aventurando a una forma de suicidio. En lugar de recrear dinámicas de convergencia, la Comisión está agravando la desintegración europea y radicalizando a los partidos que se disponen a presentarse a las elecciones. Mala noticia para ella, cuando estas fuerzas estén en el Parlamento Europeo y se dispongan a recuperar su control. Mala noticia para los europeos, que ven cómo se aleja la posibilidad de vivir en un continente guiado por políticas equilibradas, duraderas y protectoras[9]. (fragmento del GEAB 122 / febrero 2018)

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[1] Nicolas Madeleine, “Guerre de l’acier : Bush se résout à supprimer les surtaxes à l’importation”. Fuente: Les Echos, 05/12/2003
[2] “Presidential Executive Order on Buy American and Hire American”. Fuente: whitehouse.gov, 18/04/2017
[3] Fuente: Le Monde, 23/01/2018
[4] Fuente: New York Times, 11/12/2017
[5] Zachary Torey, “TPP 2.0: The Deal Without the US”. Fuente: The Diplomat, 03/02/2018
[6] Fuente: Comisión Europea, 13/09/2017
[7] John Harris, Matthew Kaminsky, “The Buffon Presidency? Davos elites learn to live with Trump”. Fuente: Politico, 25/01/2018
[8] Véase en especial el artículo “Trump frente a Macron, el reto de Davos” de El Mundo, 28/01/2018.
[9] Pero no necesariamente son los países más “conservadores” los que desconfían de estos tratados. Véase por ejemplo Italia, en el momento de la firma del tratado con Corea del Sur en 2010 (fuente: Euobserver, 08/09/2010) o más recientemente Francia, en el acuerdo con Mercosur (fuente: Reuters, 09/10/2017).

 

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