El modelo tradicional de familia ha cambiado drásticamente en las últimas décadas. Originalmente (hasta hace sólo unas décadas o años[1]), la familia se definía como una unión duradera (matrimonio) entre un hombre y una mujer con la intención de procrear. Sin embargo, la ampliación de las libertades personales de las partes constituyentes de la familia ha dado lugar a una desagregación de las diversas funciones sociales tradicionalmente fusionadas en el concepto de familia, lo que ha dado lugar a la posibilidad de estructuras familiares menos convencionales y a la necesidad de saber navegar por las nuevas posibilidades. Anticipamos que, después de tantas disrupciones, los valores familiares basados en la asociación económica, la protección social y los sentimientos individuales volverán gradualmente, sólo que adaptados a una mayor diversidad de escenarios.
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