Sin Kissinger para negociar el petrodólar y para volver a situar a la moneda estadounidense en el centro del escenario mundial tras el impacto que causó el anuncio de Nixon en 1971 por el que se interrumpía la convertibilidad del dólar en oro, el billete verde no habría sido la referencia mundial durante más de 40 años. ¿Sabrá Trump rodearse de asesores de este calibre – y sabrá escucharlos? Porque se avecina un impacto de la misma magnitud que se llama: impago de la deuda pública estadounidense. Es el tabú que ha roto la elección de Trump. ¿Profecía inexorable o sano debate? ¿Solución o catástrofe?
El impensable impago de la deuda soberana
Si hay algún país que tenga prohibido el impago de la deuda pública, este es EE.UU. En efecto, los bonos del Tesoro estadounidenses se sitúan en el núcleo del sistema financiero mundial, considerados como el refugio más seguro y como el mercado de obligaciones más líquido del mundo. Sobra decir que nadie se plantea que EE.UU. pueda incumplir el más mínimo reembolso de sus obligaciones soberanas. Según parece, los problemas que desencadenaría tal impago no tendrían punto de comparación con los que generó la quiebra de Lehman Brothers, si hablamos de las cantidades en juego (600.000 millones de dólares para Lehman frente a 20 billones de deuda pública estadounidense) y de la posición sistémica de Wall Street y, de manera más general, de las finanzas estadounidenses. Para EE.UU., que mantiene su lugar en el orden mundial actual, esta no es una opción, a diferencia del resto de países (en los últimos 35 años, se han producido más de 70 impagos de deuda soberana en el mundo…[1]).
Gráfico 1 – Deuda pública mundial en impago o reestructuración, en proporción al PIB mundial, 1800-2008. Fuente: Les Crises.
Pero EE.UU. jamás ha incumplido el pago de su deuda federal. Sin duda, se trata de un valor seguro, motivo por el que el impago de la deuda soberana estadounidense es verdaderamente impensable. ¿Impensable? ¿Impensable como el brexit, o como la elección de Trump?
La certeza se derrumba
En efecto, el Estado federal americano nunca ha incumplido el pago de la deuda de manera oficial. Y sin embargo… ¿cómo calificar el cese en 1971 de la convertibilidad del dólar en oro[2], que provocó que el dólar perdiera valor con respecto al oro y con él, también la deuda estadounidense? ¿y cómo llamar a las devaluaciones similares de 1933 y 1934 de Roosevelt[3]? Como hemos visto, el incumplimiento de la deuda no tiene por qué darse necesariamente como impago puro y duro… Y hablando de Roosevelt, la parte del “programa” de Trump que consiste en una reactivación económica a través de la infraestructura, ¿no recuerda al New Deal[4], creando a priori la tentación de devaluar fuertemente el billete verde[5]?
Esto podría ser pura especulación si Trump no hubiera declarado abiertamente durante su campaña su disposición a renegociar la deuda pública estadounidense si fuese necesario[6]. Ahora bien, no queremos decir que Trump vaya a hacer lo que le plazca a este respecto (ni a ningún otro), sino todo lo contrario. Sin duda, está atado por su propia política. Sin embargo, se ha roto el tabú[7], y ya no es inconcebible que EE.UU. incumpla (de una forma u otra) el pago de la deuda pública federal. Y eso ya supone un gran cambio. Los análisis del GEAB sobre este tema de hace años están ahora cobrando sentido[8]…
La liberación de la deuda
Lo que aporta este cambio de perspectiva sobre la deuda estadounidense queda resumido en esta frase de Trump: “asumiría un préstamo, sabiendo que si la economía se hunde, podría llegarse a un acuerdo. Y si la economía va bien, pues bien. Por tanto, no hay nada que perder”[9]. A decir verdad, hay que reconocer que tiene cierto sentido. Haría mal en privarse de pedir préstamos a los mercados[10], teniendo en cuenta los tipos históricamente bajos del país. Por otra parte, EE.UU. no es Argentina ni Grecia. Los mercados olvidarían rápidamente un impago estadounidense y no tardarían en concederle préstamos de nuevo para aprovechar las nuevas perspectivas económicas del país, precisamente abierto por la restructuración. Así, parece que el peor momento se limitará a unos pocos meses precedentes y posteriores al impago.
Gráfico 2 – Tipos de interés de las obligaciones a 10 años en EE.UU., 1975-2017. Fuente: FRED.
La ruptura de este tabú ha tenido como primera consecuencia el desencadenamiento de la deuda pública estadounidense, que será en efecto necesaria si Trump pretende, como ha prometido, reducir los impuestos sin perjuicio de su plan de apoyo a la economía… Evidentemente, no se trata de incumplir pagos ahora que las condiciones para pedir préstamos son óptimas. Las previsiones oficiales, que parecen muy optimistas, indican un déficit público que llegará al 5% del PIB en los próximos diez años.
Gráfico 3 – Déficit (o superávit) público en EE.UU., en proporción al PIB, 2000-2027. Fuente: New York Times.
Anticipamos que la ruptura del tabú del impago llevará a EE.UU. a endeudarse más allá de las previsiones actuales. De acuerdo con el crecimiento que el país llegará a generar[11], la deuda pública debería aumentar su valor actual del 105% del PIB a probablemente el 115-125% del PIB, durante esta primera legislatura de Trump (véase nuestro cálculo detallado en el recuadro más abajo), un gran aumento en solamente cuatro años y eso sin contar el 17% de deuda de los estados y gobiernos locales… En vista de los patrones actuales, no parece que estos niveles puedan provocar una caída inmediata de la economía, pero es una trayectoria apenas sostenible a largo plazo[12].
He aquí un pequeño cálculo bastante rudimentario que confirma este aumento: si Trump alcanza su objetivo de un crecimiento del 4% al año (lo que dudamos enormemente), el PIB estadounidense será de aproximadamente 22 billones de dólares en 4 años. Pero para ello, habrá gastado 100.000 millones de dólares al año en su plan de infraestructura y bajado los impuestos un 30% a los particulares (su promesa fue una bajada del 30 al 35% – fuente: FactCheck, 04/11/2016) y un 50% a las empresas (pasando de un tipo impositivo del 35 al 15% – fuente: The Atlantic, 23/01/2017), lo que supondría un déficit de aproximadamente 620.000 millones (fuente: Tax Policy Center). En comparación con el déficit actual de alrededor de 600.000 millones, el nuevo déficit sería del orden de 1,3 billones. A eso habría que añadir un tipo de interés medio sobre la deuda que podría aumentar perfectamente al menos un punto de porcentaje, lo que supondría un gasto suplementario de aproximadamente 200.000 millones. En total, la deuda ascendería en 4 años en torno a los 26 billones, es decir, el 118% del valor optimista del PIB en 4 años. Nuestro equipo cree que el aumento del presupuesto militar contrarrestará los recortes que indudablemente se aplicarán al presupuesto de la seguridad social.
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