La economía china se debilitó aún más en agosto de 2021 después de que un nuevo brote de Covid-19 frenara el gasto de los consumidores[1]. Para relanzar la economía tras la crisis del Covid-19, el país continuó con su impulso de la oferta al viejo estilo, poniendo en marcha proyectos patrocinados por el Estado y reforzando las fábricas para producir más y más. Pero, como demuestran los datos, la demanda interna de China no ha aumentado tanto como el PIB (componente del gasto de los hogares en el PIB, en los últimos 20 años). El país necesita encontrar nuevas formas de inundar de más productos al mundo. Y necesita hacerlo en un contexto global de “todo menos China” que ha surgido con la pandemia, lo que está frenando las perspectivas de los mercados abiertos. Recientemente se ha publicado un superávit comercial que ha alcanzado un récord histórico, llegando a los 84.540 millones de dólares[2]. ¿Cómo puede este excedente engordar a partir de una fabricación ya magra y madura?
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