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No es necesario esperar los resultados de las elecciones para poder ver ya algunas nuevas características de la nueva Europa que se presentará a partir de junio de 2019. Ciertamente, no habrá ninguna revolución en la superficie: los partidos de derecha soberanista (ENL[1] + Brexit[2] + AEPN[3] + CRE) no reunirán más del 20 o como máximo del 25% del Parlamento (alrededor de 170 escaños). Los partidos transeuropeos aún no harán ninguna entrada visible y demoledora (Diem25 es invisible debido a su dilución en las alianzas nacionales y bajo la nueva etiqueta de “Primavera Europea” por un lado. Volt sale en 8 países bajo la misma etiqueta por el otro lado, pero los medios de comunicación nacionales no hablan mucho de ello). Las grandes familias de partidos nacionales como el EPP, PES y ALDE parece que seguirán dominando el hemiciclo europeo.

Imagen 1 – Proyección de la distribución del próximo Parlamento Europeo a partir del 13 de mayo de 2019. Fuente: Politico.

Y, sin embargo, básicamente, nada será igual: estas elecciones, lo mencionamos de nuevo, están a punto de iniciar una nueva era para Europa. Más adelante encontrará por qué y cuáles son las líneas principales de las consecuencias de esta revolución.

El Parlamento Europeo toma el control de Europa

Estas elecciones europeas son las más europeas y las más democráticas de la historia[4], ya lo hemos dicho. Pero esta democratización de último minuto es llevada a cabo por los llamados partidos populistas, particularmente los de la derecha soberana, sobre la base de agendas simples pero difíciles: tomar el control de las fronteras; reafirmando los principios protectores (una consecuencia pura del ‘proteccionismo’); Bono especial: una Europa de identidades; endurecimiento de las políticas de migración interna y externa; reavivamiento de las tasas de natalidad, etc …

Esta agenda ahora es común a una nueva categoría de partidos de derecha radical (Le Pen en Francia, Baudet en los Países Bajos[5], Vox en España, AfD en Alemania, Strache en Austria, Salvini en Italia, Farage en el Reino Unido, …) ahora estratégicamente e intelectualmente conectados a nivel europeo, harán una entrada en el Parlamento Europeo cuya eficacia estará vinculada a su coherencia, al contrario de lo que los medios de comunicación están tratando de hacernos creer. Frente a ellos, por un lado, aparecerán los famosos partidos de centro pro-europeos, titulares oficiales del sistema democrático europeo, por lo que son: infinitamente más nacionales y, como tales, divididos y más ineficientes que los primeros; por otro lado, una extrema izquierda en el curso de la Europeización, a través de la dinámica European Spring / Diem25, pero en una etapa menos avanzada debido a la mayor complejidad de su mensaje… y la falta total de apoyo financiero.

El primero, por tanto, tomará el control del discurso político en el hemiciclo. Y más aún debido a su discurso tallado e irresistible: en el tema de los migrantes, teóricamente el más polarizador, casi ningún partido se atreve a producir discursos en contra; sobre proteccionismo, priorización europea, fronteras europeas, ejército y otros temas similares… todos están de acuerdo. Como dijimos el mes pasado, en todos estos temas, son los llamados gobiernos centristas los que ya han iniciado estas políticas de fortalecimiento[6]. Pero, de hecho, ideológicamente, este tipo de programa pertenece a la extrema derecha, que viene en cierta manera a reclamar lo que se debe: Usted ve ahora que teníamos razón; ¡Aplique nuestras soluciones y tenga en cuenta que necesita que difundamos el mensaje y calmemos a la gente! ¡QED! (Quod erat demonstrandum)

Este estado de cosas explica la calma, la seguridad, la serenidad con que se expresan los representantes de esas partes. Los 10 años de crisis mal gestionadas (en el sentido de administradas no políticamente, desligadas de la realidad) han construido la victoria de la extrema derecha ganando así debido a la falta de competencia: centro inepto, inevitablemente amordazado por la extrema izquierda[7]  por un establishment que, por supuesto, hace la elección de la extrema derecha con la que puede cooperar[8]. Ahora vivimos una anticipación que hicimos hace más de dos años: “la campaña de 2019 será más europea que nunca, con movimientos políticos transeuropeos por primera vez, pero los medios nacionales no estarán estructuralmente capacitados “para escuchar a otras fuerzas trans-europeas que las de la extrema derecha, las únicas que son tanto europeas como del territorio nacional’.[9]

Imagen 2 – Encuesta por países: ¿Ser europeo es tan importante para usted como su nacionalidad? Abril 2019. Fuente: ECFR.

Como consecuencia de todo esto, pronto veremos la implementación de un enorme efecto de movilización del discurso de los grupos soberanistas en el Parlamento, cuyos argumentos serán adoptados cada vez más por los otros partidos, con la notable excepción de que el extremo minoritario de la izquierda se beneficiará de esto para construir su propio discurso. La crisis de Orban que vive el PPE es emblemática de este fenómeno: esta familia política europea está plagada de corrientes políticas muy cercanas a los derechos soberanistas que, de hecho, se han reenfocado, abandonando su componente antisemita a los partidos políticos neonazis ultra-minoritarios. Ahora representa la nueva extrema derecha. La presencia del partido de Orban, de las fuerzas neofranquistas del PP español que aún no ha recuperado del nuevo partido de extrema derecha Vox,… y todas las ramas de derecha de los partidos tradicionales de derecha garantizan la adopción gradual del mismo discurso del EPP.