GEAB 182
La profusión actual de proyectos faraónicos de ciudades concebidas ex nihilo como puras utopías es un signo de los tiempos…
… un signo característico de rupturas múltiples y concomitantes: el desplazamiento geográfico del poder y del dinero, la concentración en pocas manos de recursos financieros estratosféricos resultantes de la era del consumo de petróleo, la maduración de nuevas tecnologías percibidas como varitas mágicas supuestamente capaces de hacer posibles los sueños más salvajes.
El artículo sobre las ciudades del futuro de este número enumera y analiza algunas de estas utopías y lo que revelan sobre las proyecciones de futuro de diversos actores poderosos e influyentes. Queda fuera del alcance de este artículo evaluar cuáles de estos proyectos verán realmente la luz. Los recursos financieros y tecnológicos disponibles nos permiten aceptar la idea de que al menos algunos de estos proyectos se harán realidad.
Ahora bien, aunque estos proyectos son utópicos en el sentido de que imaginan el marco de sociedades ideales emancipadas de las limitaciones de la realidad, nos parece que su realización puede plantear importantes cuestiones existenciales.
Desde el siglo XVI, las utopías han sido los horizontes que han guiado el desarrollo de nuestras sociedades humanas. Pero, ¿qué ocurriría si alcanzáramos algunos de estos horizontes? ¿No habría algo parecido a la barrera del sonido o al big bang?… ¿algo que pudiera llevar a la humanidad a una nueva dimensión?
Es tentador seguir esta línea de pensamiento, que en cierto modo también habla del sueño profundamente humano del control total(itario) sobre la naturaleza, ese entorno rebelde y cambiante con el que los humanos han tenido que lidiar hasta ahora.
No es la primera vez que señalamos en estas páginas que hay algo parecido a la aversión al cambio en la obsesión por el cambio climático, por ejemplo. Parece que el sentimiento compartido por la humanidad actual de que está a un paso de alcanzar la omnipotencia gracias a las nuevas tecnologías exacerba este sueño de consolidación de la realidad.
Pero en la realización de semejante sueño, la realidad que se dejaría atrás ¿sería algo distinto de la propia vida? La fantasía última de erradicar la muerte, que algunos ven ahora como un horizonte alcanzable[1] -generando enormes transferencias de dinero al sector farmacéutico (en lugar de a la asistencia sanitaria hospitalaria)-, ¿no se asemeja al concepto religioso de vida eterna, una negación de la vida y una afirmación de la muerte?
De hecho, la noción de “progreso” siempre ha consistido en liberar al ser humano de su servidumbre a la naturaleza (la enfermedad, la muerte, los caprichos del clima, los rigores del calor, el hambre y la sed, los impulsos sexuales, etc.). Esta lógica ha acompañado a cada una de nuestras civilizaciones de diferentes maneras, según la época, el lugar y el nivel tecnológico alcanzado.
Pero los cambios en los paradigmas tecnológicos provocados por la llegada de Internet, al darnos esta sensación de omnipotencia, desatan poderosas energías utópicas encarnadas en estos proyectos de ciudades futuristas.
El más realista de estos proyectos, Neom, podría empezar a ver la luz hacia 2030. A partir de ahí, dos escenarios:
. la realidad revelará una vez más su dominio sobre nuestras ideas, atrapando el proyecto en sus diversos fracasos e imperfecciones, y reabriendo nuevos horizontes ideales;
. se establecerá un marco social formalmente casi perfecto, que creará inmediatamente un nuevo modelo superior a los antiguos y dividirá el mundo en dos: una especie de Olimpo elitista que se cernirá sobre un mundo inferior al que poco a poco se les extraerán todos sus recursos para generar otros Neom, otras ciudades ideales que protejan sus sociedades de las incertidumbres de la vida.
Si la historia avanza hacia este segundo escenario, las utopías urbanas que habitan los cajones de los despachos de arquitectos y urbanistas occidentales son, en efecto, bombas arrojadas sobre nuestra vieja civilización.
Como las pirámides de los faraones, representarán el apogeo de una edificación científica. Pero, al igual que las pirámides de los faraones, aplastarán a la sociedad humana viva en favor del sueño congelado de los ultrapoderosos. Y como las pirámides de los faraones, anunciarán la desaparición de una civilización que privilegia la muerte sobre la vida y que, por tanto, está condenada a desvanecerse ante las próximas manifestaciones de los vivos.
Se trata de una fructífera vía de reflexión. Nosotros le queremos acompañar durante los primeros pasos de un viaje al que le invitamos a profundizar por usted, nutriéndose de los elementos que le proporcionamos en el resto de este número.
Le deseamos un buen viaje.
Marie-Hélène Caillol
Presidenta del Laboratorio Europeo de Anticipación Política (LEAP2040)
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