GEAB 112

La Europa post-brexit no necesita que las extremas derechas lleguen al poder para alinearse con el modelo nacional-europeísta propuesto por los británicos. El antagonismo entre el nivel europeo y los niveles nacionales, que no ha hecho más que acrecentarse a medida que se ha desarrollado la crisis, a falta de arraigo democrático a nivel europeo, acabó, en apenas 6 meses, en una completa recuperación del control de las instituciones europeas por parte de los Estados miembros. El problema es que el fracaso del método comunitario consagra la ley de los más fuertes. De hecho, en materia económica y monetaria, consagra la ley de Alemania, aunque no la hubiera pedido. Nuestro equipo anticipa que el último núcleo de resistencia, representado por el muy independiente BCE, no va a tardar en caer.

La decisión de los británicos, el 23 de junio de 2016, de abandonar la UE constituía una oportunidad para realizar una revisión total de la gobernanza de la UE y la zona euro, tras seis años de crisis existencial cuyo apogeo, en cierto modo, era el brexit. Sin embargo, perdimos esta oportunidad que tanto evocaron ciertos jefes de Estado y presidentes de Gobierno como Angela Merkel, François Hollande o Matteo Renzi[1] durante los días siguientes al referéndum. Se dio por imposible por la densidad de las agendas políticas nacionales y por la ausencia de medios de comunicación capaces de transmitir correctamente el debate público al que esta reforma debería haber dado lugar (como anticipó nuestro equipo). La cumbre de Bratislava, programada para el pasado mes de septiembre con el fin de preparar la nueva etapa de la historia de la UE, ha concebido principalmente buenas intenciones, sin cuestionar lo esencial[2].