GEAB 112

Alemania tiene altas probabilidades de sufrir una parada cardíaca. Anticipamos que este Estado europeo se enfrentará a grandes dificultades económicas, culturales y políticas tanto este año como el próximo. En primer lugar, la subida del euro dañará las exportaciones alemanas. La estabilización de los precios del petróleo anula el efecto de balón de oxígeno que tuvo la bajada de los precios en 2015. El fracaso de la estrategia migratoria obliga a Alemania a afrontar todas las consecuencias de su débil demografía (en términos de mercado interior de consumo y de probabilidad de bajada de los salarios). Se están dando tendencias centrífugas en el seno de la federación, en particular con crecientes diferencias culturales y políticas, como en Bavaria. Y, por último, es bastante probable que, dadas las circunstancias, la productiva Alemania no pueda soportar por mucho más tiempo el peso de Alemania del Este.

Europa ya ha vivido suficiente agitación y cambio en el último siglo, y en pocos lugares se han dado de manera tan preponderante como en Alemania. Ahora, Alemania es una nación pacífica, que evita involucrarse en operaciones militares globales, costosas y no concluyentes para otras naciones occidentales. Desde 1954, y siguiendo una estrategia más comedida, Alemania se ha posicionado, sin prisa pero sin pausa, no solo como el líder de Europa, sino también como el campeón. Primero, económicamente, mediante sus sofisticados métodos de producción; después, fiscalmente, a través del desarrollo de su sector bancario y financiero; y, por último, mediante el liderazgo de su canciller, Angela Merkel.

Pero, ¿puede esta tasa de éxito mantenerse? ¿Está Alemania destinada a escalar aún más alto o a sumirse en las arenas movedizas de las pretensiones populistas, que ya han comenzado a hundir muchas grandes naciones?