El brexit parecía haber activado la tan esperada redefinición del funcionamiento y los objetivos de la máquina europea. Pero Bruselas prefiere mofarse de las dificultades del Reino Unido y, ahora que se cree imprescindible, se permite la licencia de reanudar a toda velocidad todos los proyectos que guardaba en un cajón: toda una pila de acuerdos comerciales “al estilo CETA” (Japón, Mercosur y pronto Nueva Zelanda, Australia…) que pasan por encima de la ciudadanía, únicamente en nombre de una ideología de “globalización abierta” que está forzando la precipitación hacia una integración ultra arriesgada de los Balcanes, haciendo caso omiso de la opinión pública (ni la más mínima referencia a cualquier tipo de proceso democrático).[1] Nuestro equipo anticipa que esta “histeria” europea es un canto de cisne, al mismo tiempo creador y anunciador del violento freno que impondrá la próxima legislatura a la institución central europea a partir de 2019.
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