Los bosques son mucho más que paisajes verdes. Son ecosistemas esenciales, centros de biodiversidad, que desempeñan un papel fundamental en el mantenimiento del equilibrio ecológico y de la existencia humana. Entre los innumerables beneficios que ofrecen, destacan tres importantes funciones: la estabilización del suelo, la preservación del agua potable y, quizá lo más importante, los bosques son los pulmones de nuestro planeta[1], esenciales para mantener una atmósfera sana, ya que inspiran dióxido de carbono y exhalan oxígeno[2].
Sin embargo, el abanico de amenazas a las que se enfrentan ha suscitado serias preocupaciones sobre su futuro. Aunque la noción de “punto de no retorno” para los bosques no está del todo clara, no puede ignorarse la urgencia de abordar la futura crisis forestal. Pronto será seguramente demasiado tarde para invertir la tendencia y garantizar que los ecosistemas vitales sigan prosperando y proporcionando servicios esenciales a las generaciones venideras.
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