Vivimos un periodo de cinismo histórico que nos obliga a ver una serie de microconflictos y su reguero de muertes y desplazamientos de población como esfuerzos por construir una paz duradera.
Al decir esto, pensamos por supuesto en la guerra entre Israel y Hamás (“micro” porque se limita territorialmente a Gaza), pero también en el reciente desarme/desplazamiento de los armenios de Nagorno-Karabaj (100.000 desplazados)[1]. Mientras que el futuro sigue siendo incierto en Oriente Próximo, en el Cáucaso Meridional el camino hacia la paz se parece cada vez más a una autopista, como anticipamos en nuestro artículo de junio de 2022[2]. Armenia y Azerbaiyán acaban de intercambiar prisioneros como señal de la resolución de las tensiones[3]. Mejor aún, Armenia acaba de dar un gran apoyo a la candidatura de Azerbaiyán para acoger la COP29 retirando su propia candidatura[4].
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