Riga, Noviembre 28-29, 2006 — La próxima cumbre de la OTAN1 , que dada su localización en antiguo suelo soviético pretende simbolizar el éxito de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, podrá venir a ser recordada como la Cumbre donde dos tendencias opuestas empujan la Alianza hacia la crisis sistémica global que afecta al planeta, y a simbolizar el “fin del mundo occidental tal como lo conocemos desde 1945”.
Los aspectos económicos, financieros o monetarios son sólo tres de las siete facetas de la crisis descrita por el equipo de investigación del LEAP/E2020, y anunciados en el “GlobalEurope Anticipation Bulletin” de febrero de 2006. Este año también se precipitará una crisis estratégica y militar de primer orden, a partir del problema nuclear iraní sumado a otros tres factores clave: la financiación y el desarrollo del “avión de combate del siglo XXI”, el Joint Strike Fighter (JSF)2 ; la diferencia entre europeos y americanos en cuanto a la percepción de la amenaza; la crisis de confianza entre la opinión pública y de los responsables de la toma de decisiones europeos respecto a la capacidad y competencia de los EEUU de asumir el liderazgo de la Alianza de forma eficiente y responsable.
La Alianza está enferma. Esto es un lugar común, que los comunicados oficiales difícilmente pueden ocultar, sabiendo que el relanzamiento de la OTAN y la redefinición de sus misiones se han convertido en temas recurrentes en todos los encuentros transatlánticos. La enfermedad deriva de la desaparición de la principal razón de ser de la Alianza: la lucha contra un enemigo mortal, común a los americanos y a los europeos occidentales: URSS. Desde la caída del Telón de Acero, la OTAN ya no sabe cuál es su objetivo. Es convocada para proteger los Juegos Olímpicos de Atenas o Turín, para transportar ayuda al tercer mundo y para intervenir puntualmente en crisis limitadas (Kosovo, refuerzo de la seguridad en Afganistán…); pero en las dos mayores operaciones militares de la década pasada, estuvo ausente. Los Estados Unidos no quisieron que atacar a Afganistán después del 11-S (a pesar de los ofrecimientos europeos). Los europeos rechazaron activarla cuando Irak fue invadido en 2003 (a pesar de que lo pidieran los EEUU). Una alianza estratégica que es inoperante en los principales eventos militares, porque o una o la otra parte rehúsa su activación, es una alianza a la que no le queda nada de estratégica. La pregunta ahora es si le queda algo de alianza, o si poco a poco la OTAN se está convirtiendo en algo distinto…
Para leer más : GEAB 4 / 16.04.2006