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¿Está la industria petrolera estadounidense experimentando un cambio significativo en la relación con su gobierno, aceptando ahora niveles de influencia o control directo que habrían sido impensables hace sólo unos meses? ¿Son las grandes compañías petroleras, y el suministro de energía que supervisan, ahora tan importantes para la seguridad nacional que deben ser protegidas y reguladas como los grandes bancos después de la última crisis financiera? Estas son preguntas que tendrán profundas implicaciones para la industria petrolera en todo el mundo, y también el precio que todos terminaremos pagando por la gasolina en nuestros tanques. A medida que comenzamos a aplanar la curva de los casos de Covid-19, nuestra atención se centra en las crecientes implicaciones financieras de esta pandemia mundial y el efecto duradero que tendrá en nuestras economías y comunidades.

La pandemia del Covid-19 da paso a una vieja crisis

En las últimas semanas hemos visto que los eventos «únicos en la vida» se han convertido en algo casi común, y no es menos en los mercados del petróleo. Un claro descenso de los precios comenzó con la llegada del Covid-19 a principios de enero, luego se aceleró cuando el mundo se bloqueó y todo el mundo se dio cuenta de repente de que no quemaríamos tanto «oro negro» durante un tiempo considerable. El fracaso inicial de la OPEP para acordar recortes en la producción [1], y la subsiguiente guerra de precios del petróleo entre Rusia y Arabia Saudita [2] llevó a que todos los precios del petróleo, incluyendo el West Texas Intermediate benchmark (WTI), cayeran aún más dramáticamente después del 8 de marzo. Muchos en los medios de comunicación pronto llegaron a la conclusión de que se trataba de un ataque directo a la producción de petróleo de esquisto de los EE.UU.[3], una industria que había estado creciendo rápidamente, apoyada por el presidente Trump, y que había impulsado la producción de los EE.UU. para convertirse en la mayor nación productora de petróleo en 2018 (véase el gráfico 1).