GEAB 143

Las guerras indudablemente han generado plagas. ¿Pero, las plagas generan guerras?

Desde un punto de vista sistémico, la pandemia debería ser suficiente para sellar el destino del viejo sistema, inaugurar el siguiente y salvarnos de seguir la ruta de la “guerra”… Si, de hecho, esta ruta ha sido evitada. Recordemos que, desde 2011, la misma guerra se ha desarrollado en el escenario de Oriente Medio. Nacida de una revolución (la Primavera Árabe), embargada por los grandes intereses, que han bloqueado o explotado la situación en su beneficio, la “Guerra de Emancipación de Oriente Medio” ya ha matado a medio millón de personas en el frente sirio,[1] 100.000 al menos en Yemen,[2] y 15.000 en Libia.[3] Bajo el nombre de “guerras civiles”, estos conflictos están todos interrelacionados y son simplemente expresiones de un conflicto mayor y multipolar en el que participan grandes potencias internacionales (Estados Unidos, Rusia y la UE, con China, India, Pakistán, etc., en segundo plano), potencias peri regionales (Turquía, Irán e Israel en particular, que no son naciones árabes) y regionales (Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos). Este conflicto debería conducir al surgimiento de naciones soberanas (Marruecos, Túnez, Libia, Egipto, Yemen, Irak, Siria, Jordania, Líbano, Palestina… liberadas de las tutelas del siglo XX) que deberán ser puestas en consonancia entre sí.

Casi un millón de muertos y decenas de millones de refugiados es demasiado. Pero estamos muy lejos de los 62 millones perdidos en la Segunda Guerra Mundial, en un mundo mucho más poblado. Lo que nos deja con esta pregunta candente: ¿los casi 10 años de guerra en Oriente Medio se “resolverán” en una gran conflagración mundial, o una conciencia más aguda y mejor compartida de este riesgo logrará contener la explosión?

¿Y es el COVID-19 la fase purgativa que terminará el proceso poniendo todo de nuevo sobre la mesa?

Observando los últimos acontecimientos en la región, hemos identificado una fuerte tendencia de transición política: los hombres fuertes del “mundo de antes” que han liderado el cambio (Erdogan, Netanyahu, Putin…) se convertirán en obsoletos (o peligrosos) en el “mundo de después” que han ayudado a propiciar. Su actual debilitamiento debe ser interpretado como un signo de una nueva situación política que llevará a la estabilización de la región.