Se crea o no en la profecía de San Malaquías, que identificó al papa Francisco II como Pedro el Romano, el último de una estirpe de 112 papas[1], una cosa es cierta: en el universo inevitablemente muy simbólico y probablemente algo supersticioso de la sede de la Iglesia católica, esta especie de “anticipación”, activa desde el siglo XII, moviliza ciertamente una reflexión estratégica capaz de redefinir, más o menos dramáticamente, la posición del Vaticano en el mundo.
Ahora, bajo el reinado del “último papa” y, por tanto, en el corazón de esta profecía, examinamos los principales campos presentes en este mundo tan secreto e intentamos obtener una visión más clara de los posibles resultados. No se trata de un ejercicio trivial: de hecho, en nuestro análisis sistémico de la crisis de un Occidente cuyo origen no deja de retroceder (1945, Ilustración, Renacimiento italiano, Cruzadas, …), no cabe duda de que una gran sacudida en el centro de la fe católica es suficiente para adquirir tintes verdaderamente apocalípticos.
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